Existen algunos especialistas sanitarios que son reconocidos como básicos para la vida diaria y nadie pone en tela de juicio la necesidad de acudir a ellos. Sin embargo, existen otros especialistas que no son considerados tan imprescindibles y que muchas veces son dejados en segundo lugar por creer que sus servicios pueden ser cubiertos por otros especialistas. Este es el caso de los podólogos.
Una de las razones más comunes por las que las personas deciden no acudir al podólogo es que creen que les resultará excesivamente caro. Desde luego que se puede encontrar un amplio rango de costes por consulta con el podólogo, pero siempre hay opciones que se adaptan a cada bolsillo.
Al pensar en el cuidado y la belleza de los pies se suele tener en cuenta al pedicurista y al podólogo. Sin embargo, el primero únicamente está capacitado para dar el mantenimiento básico a los pies: corte de uñas, eliminación de asperezas, mientras que el podólogo tiene todos los conocimientos para tratar problemas de infecciones, hongos, tratamientos especiales para pies con características particulares (como el pie diabético).
La podología es una especialidad médica y como tal cuenta con una serie de estudios que deben ser cursados y exámenes que deben ser acreditados. Esto implica que la atención del podólogo siempre será mucho más prolija y adecuada que la de otro profesional. Es muy común que los pedicuristas tomen un curso de algunas semanas o meses y de inmediato trabajen, lo que puede representar un riesgo si aún no han aprendido la técnica adecuada.